Ada Colau lujo

Por Albert Simó – director@viptoday.es

A pesar de que puede resultar un tanto precipitado realizar valoraciones con un fundamento sólido sobre la acción de gobierno de los políticos de Podemos, es obvio que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ya ha tomado una decisión significativa de cara a adivinar la relación que esta formación podría tener con la Industria del Lujo. La medida conocida como ‘moratoria turística’ significa, más que una apuesta por un turismo sostenible, un brutal freno a varios proyectos turísticos millonarios, algunos de ellos de lujo, que podrían actuar como elementos dinamizadores de algunas zonas de la ciudad y como focos de inversiones, atrayendo un perfil de turista de alto poder adquisitivo, base del denominado ‘turismo de calidad’.

Pero más allá de las consecuencias inmediatas de esta medida -que, de rebote, puede significar un incremento de los precios de los hoteles de lujo que funcionan en la actualidad en la ciudad-, lo más relevante es que esta moratoria lleva implícita una concepción del lujo asociada a elementos negativos. Sería poco honesto no admitir que la Industria del Lujo tiene una ‘cara oscura’ -desde extravagantes actitudes de ostentación hasta el maltrato animal-, pero también tiene otra positiva -como la generación de riqueza y puestos de trabajo o la preservación de oficios artesanales-, y es un error no tener en cuenta ambas facetas.

Caer en el maniqueísmo, contraponiendo un modelo elitista con otro que vela por los derechos de las personas es dibujar una realidad ficticia que estigmatiza el lujo, un Sector que puede ser clave no únicamente para la recuperación económica del país, sino también para poder implementar muchas medidas de tipo social que, no lo olvidemos, alguien tiene que pagar.

Si bien es una lectura un tanto personal y basada en percepciones, no creo que sea aventurado afirmar que Podemos en general y Ada Colau en particular tienen una actitud hostil contra el lujo, entendiéndolo de una forma amplia. A partir de ahí, la cuestión que se plantea es si, en el delicado contexto actual, ciudades como Barcelona o Madrid pueden permitirse frenar inversiones procedentes de organizaciones adscritas a la Industria del Lujo. No debemos olvidar que los productos y servicios de gama alta están inequívocamente relacionados con la excelencia y el talento, valores que se deben potenciar para que ciudades, territorios y países puedan tener visibilidad y ser competitivos en un contexto global.