Tras años de austeridad, la travesía del desierto cubana empieza a ver su fin y el lujo vuelve discretamente a la isla tras las reformas económicas impulsadas por el presidente Raúl Castro. Desde hace un tiempo, no es extraño ver vehículos de alta gama en las calles, propuestas gastronómicas de lujo, exclusivos gimnasios que cobran en divisas o centros de estética avanzada. Una pequeña pero significativa parte de los cubanos han incrementado su poder adquisitivo, lo que ha impulsado la actividad relacionada con el consumo de productos o servicios escasos y valiosos.
    Pero es evidente que no se pueden categorizar como ‘lujo’ bienes de consumo que no son respetuosos con las personas y el medio ambiente. En este sentido, es intolerable que se sirvan platos de carne de ciervo y de ‘jicotea’ –una especie de tortuga protegida-, cazados de forma ilegal. Las autoridades cubanas deben velar para que no todo sea susceptible a poder ser comprado con dinero. Éste es el verdadero reto que deberá afrontar la isla en los próximos años.
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